Cuando todos los siglos vuelven,
anocheciendo, a su belleza,
sube al ambito universal
la unidad honda de la tierra.
Entonces nuestra vida alcanza
la alta razon de su existencia:
todos somos reyes iguales
en la tierra, reina completa.
Le vemos la sien infinita,
le escuchamos la voz inmensa,
nos sentimos acumulados
por sus dos manos verdaderas.
Su mar total es nuestra sangre,
nuestra came es toda su piedra,
respiramos con su aire uno,
su f uego linico nos incendia.
Ella esta con nosotros todos,
y todos estamos con ella,
ella es bastante para darnos
a todos la substancia eterna.
Y tocamos al cenit ultimo
con la luz en nuestras cabezas
y nos detenemos seguros
de estar en lo que no se deja.